SIGO
Ya no vivo en Madrid. Pero sigo viendo Madrid.
La ciudad me hizo huir, cuestión de supervivencia, pero la visito con frecuencia.
Ahora vivo en el campo, en plena naturaleza maltratada. El distanciamiento temporal de la gran urbe permite ver los cambios con más intensidad. Aparecen con brutalidad, donde había plaza, hay ahora explanada. Donde había parque hay túneles y maquinaria esperando para extender la maldad.
El día a día te anestesia en parte porque el ritmo de vida apenas permite el sosiego y la meditación. El ruido ambiente aturde y aisla. Todo es agresivo, incluso nosotros, irritados por la presión y la impotencia ante las injusticias y las arbitrariedades de los que rigen esta sociedad.
Nos encogemos de hombros ante la tarea de cambiarlo todo. No confiamos en que nuestro grano de arena haga montón. Nos encerramos en nuestro refugio y esperamos que todo se arregle sólo. Ilusos. Nos han domado y no nos damos cuenta.
La ciudad me hizo huir, cuestión de supervivencia, pero la visito con frecuencia.
Ahora vivo en el campo, en plena naturaleza maltratada. El distanciamiento temporal de la gran urbe permite ver los cambios con más intensidad. Aparecen con brutalidad, donde había plaza, hay ahora explanada. Donde había parque hay túneles y maquinaria esperando para extender la maldad.
El día a día te anestesia en parte porque el ritmo de vida apenas permite el sosiego y la meditación. El ruido ambiente aturde y aisla. Todo es agresivo, incluso nosotros, irritados por la presión y la impotencia ante las injusticias y las arbitrariedades de los que rigen esta sociedad.
Nos encogemos de hombros ante la tarea de cambiarlo todo. No confiamos en que nuestro grano de arena haga montón. Nos encerramos en nuestro refugio y esperamos que todo se arregle sólo. Ilusos. Nos han domado y no nos damos cuenta.